El tiempo pasó como una estrella fugaz, aún me cuesta creer como crecí tan de prisa, y ahora recuerdo cuando un día estaba en el corral jugando con mi hermano, compartiendo muchas aventuras juntos, era tan solo una polluela de pavo real. Fue un 5 de junio del año 2000, el sol ya se había dormido y el viento soplaba y resoplaba haciendo estremecer a lo que se atravesaba por su camino, de pronto sonó crack, crack, crack, el sonido cada vez era más intenso y dentro de él se escuchó un suave gluglutear, por fin pude romper el cascarón, mi madre muy contenta me cubrió con sus coloridas alas y dio abrigo a mi desplumado cuerpo. Mis padres eran como un libro abierto, cada día que pasaba me enseñaban nuevas cosas, pero siempre me hacían ver que en la vida hay triunfos y fracasos, con su ayuda y la de mi entorno familiar descubría los talentos que la benevolencia del altísimo había derramado en mi ser. Las cortinas de la vida se abrían ante una mirada inquieta y esperanzadora, ahí encontré...